En Tampere, Finlandia, concluye la construcción de la pieza clave del reactor ITER que pretende obtener una fuente inagotable y limpia de energía.
La energía de fusión, aquella de la que se nutren el Sol y las estrellas, ya está en marcha en la Tierra. Con la puesta en escena del Divertor, una enorme y precisa plataforma robótica, pieza clave del reactor de fusión del futuro que se construirá en Cadarache (Francia) bajo el proyecto ITER, se ha dado un gran paso, un salto de gigantes en el largo camino que le queda aún a este futurista proyecto internacional que busca una fuente de energía teóricamente inagotable y menos peligrosa que la fisión nuclear.
El Divertor, conocido como Test Plataform Facility (DTP2), es el componente más importante dentro del reactor del ITER (International Thermonuclear Experimental Reactor), puesto que su función es la de retirar las cenizas del helio que impedirían la reacción nuclear al contaminar el plasma confinado.
Se trata de la única herramienta que está en contacto con el plasma que circula por el interior del reactor, al que se refieren familiarmente como el donut, que funcionará a una temperatura de 100 millones de grados. Es decir, la que existe en el interior del Sol, multiplicada por 10.
La máquina robótica, de 20 metros de largo y 650 toneladas de peso se presentó el jueves en las instalaciones del Centro Técnico de Investigaciones de Finlandia, en Tampere. El enorme robot, que deberá soportar temperaturas desconocidas y ser manejado a distancia, es el único componente móvil del ITER, el mayor y más ambicioso proyecto de cooperación internacional que busca encontrar una posible fuente de energía limpia.
La prodigiosa máquina funcionará bajo el reactor de fusión cambiando unas cajas de tungsteno donde caen las impurezas de la fusión nuclear. Tendrá que ir retirando una a una las 52 cajas (casettes) de nueve toneladas, situadas sobre unas costillas que se asemejan a las cuadernas de un barco, y que como ellas están en la quilla del reactor. Lo hará muy lentamentente: una vez cada dos o tres años. Y las retirará a otro edificio para que vayan perdiendo el calor con el que saldrán por estar cerca del plasma.
El Divertor garantiza con su misión que el plasma fluya sin residuos dentro del donut, provocando la fusión de los átomos de deuterio y tritio del hidrógeno. Al dividirse a tan elevadísimas temperaturas liberan energía: 10 veces más que la que se inyecta para mantener la fusión.
De la teoría a la práctica
El Divertor ha sido construido por cuatro empresas europeas: una de Luxemburgo, otra de Finlandia y dos españolas: las catalanas Procon y Telstar. «No debemos tener complejos y empezar a tener la cultura de que somos tan capaces como los demás», declara Antoni Flotats, director de Operaciones de Telstar. Lo hace mientras enseña su monstruo de acero y aluminio especiales, sin aceites ni plásticos, que trabajará en alto vacío situando las cajas con una precisión inferior a un milímetro. «Somos expertos en trabajos al vacío. Producimos simuladores espaciales para probar los satélites. Por eso nos llamaron», señala. Su invento ha costado un millón de euros.
La participación de Procon es más modesta: sólo 200.000 euros. Pero no por ello menos importante: desde sus armarios eléctricos se controla el hardware del Divertor. «Nos presentamos en 2005 y dos años después ya lo teníamos. Estamos muy satisfechos», confiesa Francisco Escayola, gerente de Procon. Su proyecto estrella inmediato es el acelerador del partículas de la Autónoma de Barcelona.
Con el Divertor terminado y el encargo de hacer otros tres, el ITER avanza por otros caminos. Este proyecto de colaboración internacional científica con 10.000 millones de euros de presupuesto en su primera fase, que ya se han duplicado debido a que el proyecto tiene más de una década, concluirá en 2018, cuando el primer plasma comience a girar en el reactor de concepción rusa Tokamaw. Los siete socios principales, China, Corea, Estados Unidos, India, Japón, Rusia y la Unión Europea llevan a plazo los planes iniciados en octubre de 2007.
El socio principal es la Unión Europea, con cerca del 45% de la inversión, es el que ha logrado tener la sede del ITER, que se ubicará al sureste de Francia. Y como España no logró el ambicioso proyecto, la UE decidió que la agencia comunitaria del ITER se instale en Barcelona, donde ya es un hervidero de técnicos y abogados que tratan de impulsar al ritmo prometido la energía de fusión.
Didier Gambier es el director de esta agencia, que en el estatus comunitario recibe el nombre de Empresa Común, y que es la cuarta en suelo español de las 20 que tiene la UE repartidas. Sus instalaciones en la Ciudad Condal ya albergan 150 personas que se incrementará en 100 más a final de año. Para el momento clave del ITER se espera que 350 profesionales se muevan por sus pasillos. Su presupuesto es de 400 millones anuales y se incrementará otros 100 más en los próximos años. Serán los encargados de preparar los concursos, encargar los componentes y llevar el peso de la obra civil y el montaje final en Cadarache hasta que arranque el reactor en 2018.
Pero aquí no acaba, sino que empieza el reto de verdad: demostrar que lo que ahora es pura teoría sea posible en nuestro planeta, y además, de forma segura y sostenible.
Fuente www.elmundo.es
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